Los planes preveían convertir a Turquía en una tierra pura y limpia de elementos que consideraban ajenos a su cultura y tradiciones. El embajador norteamericano en Turquía en el año 1915, Henry Morgenthau, da fe de una de las mayores matanzas de la Historia.
El máximo líder turco, el aclamado y venerado Mustafá Kemal Atatürk, avalaría, apoyaría y defendería dichas prácticas, con el fin de borrar de la faz de la tierra a todos los infieles.
Hay numerosas pruebas documentales, escritas y gráficas de este olvidado genocidio armenio, a pesar de que el gobierno turco actual sigue tratando de negarlo.
El máximo líder turco, el aclamado y venerado Mustafá Kemal Atatürk, avalaría, apoyaría y defendería dichas prácticas, con el fin de borrar de la faz de la tierra a todos los infieles.
Miles de armenios y griegos, de religión cristiana, fueron asesinados en el período 1915-1923. Muy pocos pudieron escapar a las razzías ordenadas y ejecutadas por las fuerzas de seguridad y el ejército turco.
Casi 2 millones de armenios y decenas de miles de griegos fueron asesinados por las fuerzas turcas. Miles de personas fueron expulsadas de sus casas, tierras y propiedades para siempre, siendo obligadas a un terrible peregrinaje, a través de desiertos y territorios inhóspitos, hacia otros países que les brindaron auxilio y hospedaje. Hoy los armenios viven repartidos entre Alemania, Argentina, Canadá, Chipre, Egipto, Estados Unidos, Francia, Grecia, Irak, Irán y Líbano.
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No existía entonces un Estado armenio como existe hoy y los armenios que huían del infierno turco tenían escasos medios para reivindicar la memoria de los miles de muertos, torturados, expulsados, desaparecidos y ejecutados.
Fue un drama que permaneció en el anonimato durante lustros. A nadie le interesaba enemistarse con el pueblo turco, los negocios con Turquía estaban en juego y durante la guerra fría fueron nuestros aliados contra el comunismo.
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