30 de septiembre de 2007

De La Española a Baiona

Probablemente Cristóbal Colón nació en Génova, en el año 1450 ó 1451. Hijo del matrimonio de Domeneghino Colombo y Susanna Fontanarossa. Tenía además dos hermanos pequeños, Bartolomé y Diego. En una primera etapa de su juventud, Colón compaginó su dedicación a la manufactura de telares con los primeros contactos con el mar.
Hacia 1473 debió abandonar la ciudad de Savona, donde residía su familia, y parece ser que fue entonces cuando empezó a trabajar en el activo comercio genovés, viajando hasta las colonias de esta ciudad en el Mar Egeo.
En 1476, Colón llegó a Portugal, al parecer, de una forma rocambolesca: como superviviente del naufragio en un combate naval entre mercantes y corsarios.

Durante nueve años, hasta 1485, Colón residió en Portugal, donde actuó como agente de la casa Centurione en Madeira y realizó frecuentes viajes, tanto a Génova como a otros destinos, adquiriendo conocimientos marinos y entrando en contacto con diversas fuentes de información.

Viajó al oeste de Irlanda, donde él mismo dijo que vio a un hombre y a una mujer que habían llegado de Catay por el oeste, cruzando el Atlántico; y quizá llegase hasta Islandia, lo que ha servido para plantear si pudo conocer alguna noticia acerca de los viajes de los vikingos a través del Atlántico Norte. Frecuentó las rutas portuguesas por la costa occidental de África. Y quizá conociese las Islas Canarias. Ello quiere decir que conocía 'la Volta da Mina', ruta de regreso desde el golfo de Guinea. Para ello había que separarse de la costa africana y navegar con auxilio de la brújula hacia el sur, coger los alisios y la corriente ecuatorial, y poner luego rumbo hacia el oeste hasta alcanzar la latitud de las Azores, desde donde los vientos soplaban ya a Portugal.

Durante su estancia en Portugal contrajo matrimonio en 1480. Su mujer, Felipa Monis de Perestrello, pertenecía a la clase alta portuguesa de fines del siglo XV. Presumiblemente, sus relaciones personales abrieron a Colón muchas vías para la maduración de su proyecto. Por otro lado, el suegro de Colón tuvo una influencia muy directa. Distintos autores afirman que fue fundamental para Colón el hecho de poder consultar la documentación acumulada por el padre de Felipa: mapas, noticias de viajeros y, sobre todo, referencias a restos recogidos en alta mar, presumiblemente arrastrados por las corrientes marinas desde tierras situadas al oeste de las islas conocidas.
Y en Portugal, volcada en la exploración del Atlántico, con el objetivo de rodear el continente africano para llegar a la lejana 'Tierra de las Especias', es donde Colón maduró el proyecto de llegar al 'Extremo Oriente' que describió Marco Polo, pero por una ruta radicalmente distinta: por el oeste, a través del Atlántico.
Los conocimientos de Colón no se debían a un estudio sistemático, sino que son de segunda mano y producto de una vinculación directa a lecturas improvisadas, de tal manera que cuando inició su primer viaje, en su cabeza se mezclaban el error y la verdad.
Las lecturas que posiblemente influyeron de forma más directa en sus planteamientos fueron:

#Il Milione, dictado por Marco Polo, en una edición de 1485. En esta obra, Cristóbal Colón encontró las referencias geográficas a ese 'Extremo Oriente' en el que pretendía desembarcar tras la travesía del Atlántico, y noticias de las riquezas de los imperios asiáticos con los que tanto deseaban conectar los europeos de la época.
#Historia rerum ubique gestarum, de Eneas Silvius Piccolomini ( Pío II), editado en Venecia en 1477.
#Imago Mundi, de Petrus Alliacus, publicado en Lovaina en 1480-1483.
Estas dos últimas obras, reunían los saberes geográficos del siglo XV; estaban recogidas las aportaciones de Ptolomeo, Aristóteles, y Plinio, entre otros.

De todas formas, si Colón presentó su proyecto al rey de Portugal entre 1483 y 1485, no podía haber leído todavía Il Milione de Marco Polo, conservado en su biblioteca (1485) y ésta parece ser su primera lectura a tenor de las anotaciones marginales; por otro lado, tampoco es creíble que hubiese podido leer el Imago Mundi. De hecho, algunos autores sugieren que estas obras sirvieron para mejorar con posterioridad sus planteamientos.
En estas condiciones, surge de inmediato la cuestión : ¿ en quién se basó Colón para establecer la posibilidad de llegar a Asia a través del Atlántico?. La historiografía tiende a concederle un protagonismo decisivo al florentino
Paolo del Pozzo Toscanelli, uno de esos sabios del Renacimiento con prestigio en Medicina, Astronomía, Geografía y otros saberes.
Hay distintas versiones sobre cómo se produjo el contacto entre ambos, pero lo cierto es que Toscanelli envió un informe a Alfonso V de Portugal con una carta y un mapa , que se ha podido reconstruir a partir del globo terráqueo dibujado en 1492 por
Martín Behaim :


Toscanelli hablaba de la viabilidad de una navegación hacia la China por el oeste; un trayecto que se vería aún más facilitado porque podrían realizarse escalas en la mítica isla de Antilia y en Cipango (Japón). Colón conoció esta documentación, pues reprodujo algunas expresiones de forma casi literal, bien porque se la remitiese el propio Toscanelli, o la consiguiese en la corte lusitana aprovechando sus contactos, o incluso por conductos menos confesables. El conocimiento de este informe confirmó intuiciones de Colón o le abrió los ojos hasta hacer suyo ese proyecto, quizá modificándolo para hacer aún más fácil el viaje.
Pero estos planteamientos, fueran de Colón o Toscanelli, contenían importantes errores que, en último extremo, fueron los que impulsaron el proyecto y permitieron un éxito nunca imaginado. Los errores fueron esencialmente dos: la incorrecta estimación de la circunferencia terrestre y la aún más incorrecta estimación del volumen de las tierras emergidas conocidas hasta ese momento.
-La circunferencia de la Tierra fue calculada con precisión por distintos geógrafos griegos y árabes, pero Toscanelli o Colón calcularon con millas italianas las estimaciones de los árabes, de forma que redujeron en un 25 % la circunferencia terrestre hasta dejarla en unos 30.000 kilómetros.
-Sobre la estimación de la masa continental emergida, Ptolomeo afirmó que cubría 180º, mientras que para Marino de Tiro era de 225º, a lo cual se añadieron otros 28º a partir de la descripción de Marco Polo y 30º más que sería la distancia entre Japón y China. Quedaba así un océano de 77º, y contando con las Canarias y otras posibles escalas, el viaje sería factible, ya que entre las Canarias y Cipango (Japón) la distancia era de 4.450 kilómetros y de 6.575 kilómetros hasta Catay, cuando en realidad existen, respectivamente, 19.600 y 21.800 kilómetros.
Otros mapas del siglo XV ya mostraban que la distancia a Catay por tierra era la mitad de lo que suponía Colón y el error en la estimación del grado se puede considerar impropio de los navegantes portugueses del momento.

Debió de ser entre 1483 y 1485, cuando Colón hace la primera oferta al rey de Portugal. Los lusos estaban explorando la desembocadura del Congo y la costa más al sur, con la intención de encontrar esa vía meridional que permitiese enlazar con el Índico y llegar a la deseada 'Tierra de las Especias'.
El proyecto de Colón podría parecer atractivo en este contexto; todo apunta a que ya entonces propuso llegar a Cipango (Japón) y el Extremo Oriente por una vía más corta y directa que la hasta entonces todavía incierta ruta por el sur de África.
Juan II encargó el análisis de este proyecto a una junta de expertos que desestimó su viabilidad. Debieron cuestionar especialmente su valoración del grado del círculo terrestre. El rechazo portugués pudo deberse también a que Colón pretendía seguir el paralelo de las Islas Canarias para llegar a Cipango, lo que podría suponer la violación del Tratado de Alcaçovas (de 1480) por parte de Portugal, ya que éste concedía a Castilla las Islas Canarias «ganadas e por ganar» y lo que se encontrara podría entrar en ellas.
Quizá Colón, ante la posibilidad de que Juan II de Portugal no aceptase la navegación por el paralelo de las Canarias y le exigiese realizar la travesía transoceánica por otra latitud, optó por acudir a La Rábida y ofrecer el proyecto a los Reyes Católicos. Para realizar lo que el mismo Colón denominó «la empresa de Indias» era necesario el apoyo de un rey o de un noble poderoso. Desestimado el proyecto por el país, que en esos momentos se encontraba a la cabeza de las exploraciones ultramarinas, Colón decidió buscar un nuevo patrocinador.

Colón, ya viudo, llegó a Castilla hacia mediados de 1485 con su hijo Diego. Se dirigió hacia Palos de La Frontera, un puerto andaluz, al borde de la ría del Río Tinto. En la elección de su ubicación pudieron influir razones de índole familiar, pues en Palos de La Frontera o en Huelva residían algunos de sus cuñados o quizá buscase en el monasterio de La Rábida noticias geográficas y apoyo de unos frailes a los que estaba encomendada la labor misional en las Islas Canarias y en la costa occidental africana. La visita a La Rábida también ha dado lugar a diversas controversias. Desde luego no fue una visita por azar, pues este monasterio no se encontraba en ninguna ruta habitual de comunicación. Algunos historiadores de los siglos XVI y XX han cuestionado que Colón visitase en 1485 el monasterio de La Rábida, y han datado dicho primer contacto unos años más tarde, en 1491.

Tras su primera estancia en Palos de la Frontera, Colón inició sus gestiones ante los Reyes Católicos en Córdoba, donde residía la Corte. Quizá en estos momentos las influencias de los monjes de La Rábida le abrieron determinadas vías, y pudo entablar contacto con el poderoso confesor de la reina, fray Hernando de Talavera e, incluso, con el cardenal Mendoza.
Pese a que en un primer momento el Consejo desestimó su proyecto, los personajes influyentes que conoció le facilitaron una entrevista personal con los Reyes Católicos en Alcalá de Henares, en enero de 1486, y otra, al mes siguiente, en Madrid.
La primera impresión causada por el proyecto 'colombino' no resultó favorable. No obstante, gracias a las gestiones del
padre Marchena, los monarcas acordaron nombrar una Junta que examinase la «empresa de Indias». Tras valorar como inviable el viaje-proyecto, la comisión emitió una resolución contraria a las pretensiones de Colón. Aunque no es posible determinar a ciencia cierta las causas de dicho dictamen, algunos autores afirman que el factor decisivo fue que Isabel la Católica no quería violar los términos del Tratado de Alcaçovas. No obstante, otros autores señalan un segundo motivo: los reyes no deseaban dispersar sus recursos en otro proyecto que no fuera el de la conquista del reino de Granada. Pese a la resolución negativa de la Junta, Colón no se desanimó y volvió a entrevistarse con los Reyes Católicos en Málaga, a finales del verano de 1487. Los resultados del encuentro volvieron a ser negativos.

La noticia de que Bartolomé Días había 'doblado' el Cabo de Buena Esperanza, demostrando definitivamente que existía comunicación marítima entre los océanos Atlántico e Índico y, por tanto, una vía para llegar a Asia por mar, hizo temer a Colón que su proyecto fuese abandonado definitivamente. Por ello, intentó agilizar los trámites en los distintos frentes. Escribió a Juan II de Portugal y éste le contestó invitándole a ir a Lisboa. Con esta carta se entrevistó de nuevo con los Reyes Católicos, quienes aplazaron su decisión definitiva y le dieron una subvención.
Quizá pensando ya en abandonar España, Colón se dirigió de nuevo a La Rábida. Allí entró en juego un personaje fundamental:
fray Juan Pérez, que había sido confesor de la reina. Pérez le escribió a la propia Isabel la Católica y ésta convocó a Colón en Santa Fe, lugar en el que se encontraban los monarcas para el definitivo asedio de Granada, y le proporcionó una nueva ayuda económica.
Colón encontró en Santa Fe importantes valedores, hombres que había ido ganando para su causa en los años anteriores, y entre ellos los miembros del llamado «grupo aragonés», formado en parte por 'conversos' con fuertes vinculaciones en el mundo de las finanzas y que gozaban de la confianza personal de Fernando el Católico.
Aunque la decisión política estaba tomada, Colón y los monarcas comenzaron las negociaciones de los términos de la expedición. Y éstas se prolongaron durante unos tres meses. Finalmente, todas las pretensiones del marino fueron aceptadas en las
Capitulaciones de Santa Fe, firmadas el 17 de abril de 1492 por Juan de Coloma , secretario de los Reyes Católicos, quien actuó en su nombre, y fray Juan Pérez en representación de Colón.
La interpretación de las Capitulaciones de Santa Fe ha dado origen a diversas controversias. Las investigaciones concluyen que las
Capitulaciones fueron, en esencia, un contrato.

Entre los documentos expedidos por los Reyes Católicos el 30 de abril de 1492 sobresale una provisión dirigida a los vecinos de Palos de la Frontera, que les ordenaba servir con dos carabelas durante doce meses, en virtud de unas penas impuestas con autoridad. El costo de la expedición fue estimado en 2.000.000 de maravedís, más el sueldo de Colón. La mitad de dicho dinero lo prestó Luis de Santángel con fondos de la Santa Hermandad, la cuarta parte la aportó el mismo Colón, que los pidió prestados, y la cantidad restante probablemente la aportaron banqueros y mercaderes italianos residentes en Andalucía.


La provisión del 30 de abril de 1492 fue leída el 23 de mayo de dicho año en la iglesia de San Jorge, en Palos, hecho que se puede considerar como el inicio de la partida de la expedición.
Colón comunicó las órdenes reales que traía para las otras autoridades de los demás puertos del Atlántico andaluz, conminándoles a que le auxiliasen en cuanto fuera menester. De todas formas, ni los hombres de Palos de la Frontera, ni los de los demás puertos se mostraron dispuestos a prestarle su colaboración: por el objetivo indeterminado del viaje y por el hecho de que Colón fuese desconocido para los marineros de la zona, lo que hacía que no confiasen en absoluto en él.
En estas condiciones, resultó fundamental la ayuda que le prestaron los hermanos Pinzón, cuya amistad le procuraron los monjes de La Rábida.

Los hermanos Pinzón eran marinos que habían ganado grandes riquezas y prestigio como comerciantes de salazones , desde los mares del norte hasta Italia, como corsarios. Colón también contó con la ayuda de los Niño y los Quintero. Martín Alonso Pinzón tuvo una intervención tan decisiva tanto en la recluta de hombres como en la de barcos que Colón le prometió que repartiría con él las ganancias de la expedición. Al parecer, fue Martín Alonso Pinzón quien contrató los barcos definitivos, pues él conocía bien las condiciones de los navíos de la región, y es posible que los hubiera tenido a su servicio. La expedición partió con tres barcos, dos carabelas y una nao: una flota de configuración similar a la utilizada por Bartolomé Días .
La nao era La Gallega, rebautizada como La Santa María, propiedad de
Juan de la Cosa, natural de Santoña, pero vecino del Puerto de Santa María.Tenía una eslora de 29 metros, tres palos, velamen redondo. Fue comandada directamente por Colón; su contramaestre fue Juan de la Cosa y los pilotos, Sancho Luis de Gama y Bartolomé Roldán.
La carabela de menor tonelaje era La Santa Clara, rebautizada como La Niña, propiedad de Juan Niño, vecino de Moguer, y la pagaron los vecinos de Palos.Tenía una eslora de 24 metros. Fue mandada por Vicente Yáñez Pinzón, su contramaestre fue Juan Niño y el piloto Pero Alonso Niño.
La Pinta era de Cristóbal Quintero, vecino de Palos, y probablemente fue requisada, pues su dueño iba en el viaje «de mala voluntad». Tenía una eslora de 22 metros, tres palos, velamen redondo y la mitad de tonelaje que La Santa María. Fue capitaneada por Martín Alonso Pinzón, el contramaestre fue su hermano Francisco Martín Pinzón y el piloto, Cristóbal García Sarmiento.
Partieron entre 87 a 120 tripulantes y unos 9 marinos. En su mayor parte, los tripulantes eran andaluces, de Palos y localidades vecinas, aunque había algunos vascos y hombres de otras procedencias, la expedición contó con un médico, un cirujano, un escribano, un intérprete que conocía el árabe y el hebreo; en cambio, no se embarcó ningún sacerdote.
Del primer viaje de Colón se conserva un documento excepcional, el Diario que redactó el propio descubridor, gracias al resumen que realizó fray Bartolomé de las Casas.




La expedición partió de Palos el 3 de agosto de 1492. Tras oír misa, los tripulantes se trasladaron en botes a las naves, que estaban ancladas en la barra de Saltés, frente a la Punta del Sebo. Los primeros augurios no fueron demasiado positivos, porque apenas tres días después se desencajó el timón de La Pinta, quizá de forma intencionada. Ello obligó a la expedición a detenerse en las Canarias, islas a las que llegaron el 9 de agosto. Las reparaciones duraron casi un mes.

El jueves 6 de septiembre, los expedicionarios partieron desde La Gomera hacia lo desconocido, aunque una calma les obligó a permanecer dos días prácticamente parados frente a las islas.
El 9 de septiembre, favorecidos por los
vientos alisios, pusieron proa hacia el oeste. El día 17 de septiembre arribaron al mar de los Sargazos, lo que alimentó las expectativas por llegar pronto a tierra. La frustración de esta esperanza hizo surgir la inquietud entre los tripulantes. Paradójicamente, el desasosiego derivaba también de la regularidad y la fuerza del viento de popa, esto les hizo temer no poder hallar vientos favorables para el viaje de regreso. Por ello, Colón, tal como escribió en su Diario, celebraba durante la travesía la existencia esporádica de vientos contrarios. Asimismo, para tranquilizar a sus marineros, tomó una segunda precaución: con relativa frecuencia se preocupó por comunicar de manera oficial a los tripulantes estimaciones de distancias navegadas menores a las reales, anotando las verdaderas en secreto.
Desde el 25 de septiembre crecieron considerablemente las murmuraciones. Y el 6 de octubre estalló un motín que únicamente pudo ser dominado cuando Martín Alonso Pinzón impuso su firmeza.
La inestabilidad volvió a resurgir, no obstante, cuatro días después, el 10 de octubre; pero entonces, Colón ya había tomado una decisión, que fue fundamental. El mismo día de la revuelta, Martín Alonso Pinzón propuso cambiar el rumbo, pero Colón se negó. Sin embargo, el día siguiente vio algunas bandadas de pájaros y optó por dirigirse hacia el sudoeste. Y acertó plenamente, pues de no haber variado la ruta, la flota habría ido a parar, bien a la península de Florida (con mucha suerte), o bien al centro mismo del Atlántico, ya que con toda probabilidad la corriente del Golfo les habría desviado de cualquier destino continental.
Después de muchas causalidades, por fin, la noche del 11 al 12 de octubre Colón afirmó haber visto una luz en la lejanía, por lo que ordenó a la tripulación que redoblase su vigilancia e incrementó los premios para el primero que avistase tierra.
Y a las dos de la madrugada, del 12 de octubre de 1492, Juan Rodríguez Bermejo, conocido como Rodrigo de Triana, dio la voz de «tierra»: una isla coralina del archipiélago de las Bahamas (isla Guanahaní ), que bautizó con el nombre de San Salvador.

Sobre la travesía, cabe plantear que descontando los dos días de calma que estuvieron frente a las Canarias, habría durado 34 días de navegación por mares desconocidos. Una navegación puramente a la estima, intuitiva, pues Colón calculó las distancias navegadas a ojo. El descubridor siguió el paralelo 28º N. , el de La Gomera, por las expresas órdenes de evitar la infracción del tratado con Portugal. Un ruta tan acertada que fue la que siguieron prácticamente todos los convoyes que se dirigieron al Nuevo Mundo en los siglos posteriores.
El viaje fue relativamente rápido, a una velocidad comparable a la que lograron los convoyes de los siglos XVI y XVII, lo que ha dado lugar a todo tipo de comentarios, alimentando las suposiciones de que Colón conocía lo que estaba haciendo.

De todas formas, al despertar el alba el 12 de octubre, Colón creyó ver el extremo oriental de las tierras descritas por Marco Polo, sin tomar conciencia, como quizá nunca la tomó, de que estaban ante unas costas nunca antes avistadas por europeos.En la mañana del 12 de octubre de 1492 Colón, Martín Alonso Pinzón, Vicente Yáñez y el escribano desembarcaron en San Salvador.
Tras esta primera toma de contacto con las tierras del Nuevo Mundo, la expedición se dedicó a explorar la zona. Y a partir del día 14 descubrió cuatro nuevas islas que Colón bautizó con nombres religiosos y políticos: Santa María de la Concepción ( Rum Cay), la Fernandina (Long Island), Isabela (Crooked Island) y Juana (Cuba).

Colón llegó a 'Cuba', isla que en un primer momento identificó con la ansiada Cipango. Exploró la costa occidental y envió desde allí una delegación que debía entrevistarse con el Gran Khan, pero que no encontró más que a un cacique local cuya riqueza no satisfizo las expectativas de los españoles. Dicha embajada sí se llevó una gran sorpresa ya que por primera vez los europeos vieron a los indígenas fumar tabaco.

En esos momentos las desavenencias entre Colón y Martín Alonso Pinzón llegaron a su punto culminante. Y el 21 de noviembre este último decidió separarse de Colón, aprovechando las mejores condiciones marineras de La Pinta en comparación con las de La Santa María. Y comenzaron a buscar cada uno por su cuenta los orígenes de ese oro del que habían encontrado indicios tan abundantes como imprecisos.
Primero Martín Alonso Pinzón, y poco después Colón, arribaron a Haití y República Dominicana, a la que éste bautizó como La Española. En ella encontraron mayores indicios de oro y algunos caciques con un ceremonial más desarrollado.
Sin embargo, los planes de Colón se vieron profundamente alterados de la noche a la mañana del día de Navidad, por un lamentable accidente. Una falta de atención del piloto de La Santa María propició que la nao encallase y fuese imposible recuperarla. Los expedicionarios pudieron salvar el cargamento y los materiales de la embarcación. No obstante, como en La Niña no había espacio para los tripulantes de la nao, Colón hubo de tomar una importante decisión: fundó la primera colonia en tierras del Nuevo Mundo,
el Fuerte de Navidad, donde quedaron 39 hombres al mando de Diego de Arana.
Durante su permanencia en La Española corrió el rumor de que Colón no había llegado a esas tierras por casualidad ni por sus conclusiones científicas, sino que disponía de «información privilegiada». Hay divergencias entre los distintos cronistas que se hacen eco del suceso, pero esencialmente hablan de una nave arrastrada al otro lado del Atlántico por las corrientes y que pudo regresar con grandes dificultades, de forma que quedó un solo superviviente que pudo informar a Colón de la existencia de esas tierras y los rumbos de ida y vuelta.
Fray Bartolomé de Las Casas, por ejemplo, habla del piloto superviviente de esa expedición que llegó a Porto Santo, «el cual, en reconocimiento de la amistad vieja o de aquellas buenas y caritativas obras, viendo que se iba a morir, descubrió a Cristóbal Colón todo lo que les había acontecido, y diole los rumbos y caminos que habían llevado y traído, y el paraje donde esta isla [se refiere a La Española] dejaba o había hallado, lo cual todo traía por escrito». Otros cronistas abundan en esa hipótesis, y el Inca Garcilaso llega a identificarlo: Alonso Sánchez de Huelva.

El 4 de enero de 1493, Colón decidió emprender el viaje de regreso. Dos días después se reencontró con La Pinta, y ambos bandos decidieron unirse de nuevo. Y aunque recibieron noticias de la existencia de nuevas islas y de que a diez días de navegación en canoa desde Jamaica había tierra firme, el marino supuestamente genovés persistió en su intención de volver al Viejo Mundo.
El 16 de enero la expedición emprendió la travesía de vuelta. El regreso fue más difícil que la ida. El 12 de febrero las carabelas habían alcanzado el suroeste de Las Azores . Entonces, les sobrevino una tremenda tormenta, que capearon con grandísima dificultad y que dos días más tarde provocó que se separaran. El 18 de febrero, La Niña ancló en la isla de Santa María, en las Azores, lo que propició una serie de problemas con las autoridades locales, que apresaron a algunos hombres. Superadas estas adversidades, Colón hubo de enfrentarse de nuevo con seis días de tempestad y acabó llegando el 4 de marzo a las cercanías de la Roca de Cintra, frente a Lisboa, ciudad en la que finalmente se vio obligado a entrar. Allí se entrevistó con Juan II quien, con amenazas y promesas, trató de beneficiarse del descubrimiento. Pero Colón logró superar las presiones del soberano luso, aduciendo su condición de Almirante de Castilla y demostrando que su viaje no había tenido como lugar de destino Guinea, sino que venía del oeste, de las Indias.

El 15 de marzo Colón entró en Palos, 32 semanas después de su partida.



Pero el 1 de marzo , Martín Alonso Pinzón con la carabela La Pinta, se le había adelantado desembarcando en Baiona.

Fue el primer pueblo de España que tuvo noticia de la llegada al Nuevo Mundo .


Virgen de la Roca

El éxito del viaje fue conocido de inmediato a todos los niveles. Colón informó a los Reyes Católicos en Barcelona, a finales de abril. Isabel y Fernando le confirmaron todos los privilegios admitidos en las Capitulaciones de Santa Fe. La noticia del viaje se extendió por toda Europa .



El segundo viaje de Cristóbal Colón hacia las tierras recién descubiertas tuvo características muy diferentes al anterior. Fue preparado con un importante volumen de recursos de todo tipo, y con la mirada puesta en el rival portugués. Cuantiosos préstamos fueron solicitados para sufragar los costes de la expedición. Entre los prestamistas destaca un banquero italiano a cuyo servicio trabajaba un hombre: Américo Vespucio. La organización decidió limitar el número de expedicionarios a 1.000 hombres, de los cuales 800 habían de ser soldados. No obstante, estas previsiones quedaron finalmente cortas, pues, al parecer, acabaron embarcando más de 1.200 hombres en un total de 17 buques, de los cuales 14 eran carabelas y 3 naos. La flota quedó bajo el mando de Colón y Pero Alonso Niño fue nombrado piloto mayor. Junto a los soldados, también formaron parte de la expedición hidalgos en busca de fortuna, labradores, artesanos y un grupo de religiosos. La Monarquía pretendía iniciar una auténtica colonización. Por ello, los Reyes Católicos le ordenaron a Colón que favoreciese la conversión y el buen trato a los indios, y que promoviese la fundación de una colonia cuyo comercio sería monopolio compartido de ellos y del propio descubridor. Los monarcas concibieron la segunda «empresa de Indias» como un negocio mixto, estatal-colombino, para el rescate de oro y mercancías valiosas reservadas a la Corona.

Finalmente, la expedición partió de esta última ciudad el 25 de septiembre de 1493. El 13 de octubre el convoy dejó atrás las Canarias y después de 21 días de navegación arribó a la isla que Colón bautizó con el nombre de Deseada. Tras llegar a la isla Deseada, la expedición recorrió casi todo el arco de las Antillas Menores hasta Puerto Rico, realizando un trayecto que se convertiría en la ruta habitual de todos los convoyes posteriores. Y el 22 de noviembre llegó a La Española. Allí, los españoles se llevaron una desagradable sorpresa al comprobar que el Fuerte de Navidad había sido arrasado y que toda su guarnición había perecido. Probablemente, las disensiones entre los castellanos y la acción de los indígenas, víctimas de sus desmanes, fueron los dos motivos que propiciaron la destrucción del fuerte y la muerte de sus habitantes.


“Tan pronto el Almirante puso proa a España, para dar cuenta de sus primeros descubrimientos, los españoles de la Navidad comenzaron una era de depredaciones que tenía por objetos principales el oro y las mujeres indígenas. Con su poderosa vitalidad sujeta durante el largo tiempo que medió entre agosto de 1492, cuando iniciaron la aventura del Descubrimiento, hasta enero de 1493, cuando quedaron dueños y señores de esa nueva tierra; y con su enorme codicia estimulada por hechos tan fantásticos como los que le habían ocurrido desde que salieron de Palos hasta que quedaron destacados en la Navidad, nada extraño fue que tales hombres padecieran una explosión de todos sus instintos y que se las arreglaran para disfrutar de placeres. Así, pues, los indios de la Española tuvieron que sufrir el despojo de sus mujeres y de su oro, el saqueo de sus alimentos y el despotismo de aquellos desaforados ex presidiarios y tahúres de la costa sur hispánica. Fiel a la promesa que le hiciera a Colón, y temeroso de las espingardas que había visto causar destrozos y hacer tremendas explosiones desde las naos de Colón, Guacanagarix hizo todo lo posible por que no hubiera ruptura entre los españoles y sus indios.“Pero Guacanagarix no pudo evitar que la noticia de los atropellos se internara en las montañas y llegara a oídos de Caonabó, señor del Cibao. Este altivo y poderoso cacique oyó las historias que le hacían y envió hombres de su confianza a comprobar las denuncias. Cuando esos hombres volvieron y le confirmaron los rumores, Caonabó puso en pie de guerra a los suyos y marcho hacia el noroeste, en dirección de la Navidad. Hacía mover sus ejércitos solo de noche. Ya en las cercanías del Fuerte organizó un sistema de espionaje en el que él era parte principal; vigilo estrechamente a los extranjeros, que no se apercibieron de la amenaza, y una noche cayo con toda su gente sobre los españoles. Guacanagarix salió a combatir en defensa de los que habían sido puestos bajo su protección y en medio de la lucha se dio con Caonabó. El fiero cacique del Cibao hirió gravemente a Guacanagarix, que hubiera muerto allí a no salvarlo los suyos. Los españoles quedaron dominados por el número y la impetuosidad de los atacantes; los que pudieron escapar fueron concienzudamente buscados en toda la región, encontrados y muertos, entre ellos, aquellos cuyos cadáveres encontró, meses después, el Almirante a varias leguas del lugar en que estuvo la Navidad. El Fuerte fue incendiado y borrada así la última huella del primer destacamento europeo en tierras de América. El vencedor, verdadero padre de los libertadores del hemisferio, retorno a su cacicato. Llevaba la satisfacción de la victoria. Ignoraba que la lucha solo había empezado".


En este segundo viaje, Colón exploró a fondo las islas del Caribe, bien personalmente, bien mediante el envío de expediciones dirigidas por distintos capitanes.
El prestigio de Colón fue puesto en entredicho cuando los indígenas de La Española se sublevaron en respuesta a los constantes excesos de los colonos. Reprimida la rebelión, 500 indígenas fueron enviados a España para ser vendidos como esclavos. Los Reyes Católicos prohibieron su comercialización hasta que se determinase la licitud de dicho proceder. Pero en La Española algunos indígenas ya estaban siendo utilizados como esclavos, lo que dio origen al debate sobre el trato que los castellanos debían proporcionar a la población de las tierras recién descubiertas. Por otra parte, Colón impuso a las tribus indígenas el pago de un tributo en algodón y polvo de oro; una contribución a todas luces excesiva, pues el oro no abundaba y los trabajos de extracción de las arenas y gravas de los ríos era tan agotadores que la población comenzó su declive.

Colón recibía ayuda constante desde la corona hispánica; los Reyes Católicos remarcaron en todo momento el interés misional de la colonización, pero sea por la incertidumbre de las noticias que tenían sobre el Almirante o porque los beneficios de la empresa no llegaban a compensar el coste de las sucesivas expediciones de auxilio, el caso es que los monarcas dictaron toda una serie de disposiciones que suponían la liberalización de los viajes y del comercio con el Nuevo Mundo, violando claramente los términos de las Capitulaciones de Santa Fe. Las protestas de Colón hicieron que algunas de las disposiciones citadas fuesen suspendidas, pero movieron, asimismo, a los reyes a enviar al Nuevo Mundo a un comisario real, Juan de Aguado, con la misión de fiscalizar las actuaciones del Almirante y pasar informes sobre la situación del proyecto. Los roces de Colón con Aguado fueron inevitables y llevaron al Almirante a emprender la ruta de retorno a Castilla el 10 de marzo de 1496, llegando a Cádiz el 11 de junio. Colón logró salir airoso de este primer intento de descalificación y vio confirmados todos sus privilegios en virtud de un documento datado el 23 de abril de 1497. Y por disposición de los monarcas, comenzó a preparar su tercer viaje, con medios más modestos .

Según diversos investigadores, Colón aprovechó su estancia en España para enriquecer su formación , se dedicó a buscar argumentos que apoyasen su proyecto en las de Marco Polo, Eneas Silvius Piccolomini y Petrus Alliacus. El descubridor quiso reforzar sus posiciones ante la aparición de voces disconformes en la corte, que afirmaban que no había arribado al Extremo Oriente , tal y como el afirmaba. Tras muchas vicisitudes, la flota quedó lista para la partida. La expedición se dividió en dos grupos. Dos de las ocho naves que componían la flota partieron para el Nuevo Mundo en febrero de 1498, llevando diferentes pertrechos. Y el resto inició la singladura el 30 de mayo de 1498 desde Sanlúcar de Barrameda. Tres carabelas se dirigieron directamente a La Española y Colón con dos carabelas más y una nao marcharon más al sur, hasta las islas Cabo Verde, desde donde partieron hacia el Nuevo Mundo, llegando el 4 de agosto a la altura de la desembocadura del Orinoco.

En un primer momento, al llegar a estas nuevas tierras, Colón pensó que eran islas, pero pronto dedujo que formaban parte de una masa continental porque ninguna isla podía alimentar el caudal de un río como el Orinoco. Sin embargo, otras preocupaciones y quizá también problemas de salud, le llevaron a poner rumbo hacia La Española. A su llegada, comprobó que su larga ausencia había complicado aún más la situación. Su hermano Bartolomé, tuvo que hacer frente a una sublevación capitaneada por Francisco Roldán; una rebelión que aún coleaba cuando el Almirante llegó y que tuvo que zanjar firmando una humillante capitulación en la que se sometía a las exigencias del cabecilla. Colón tuvo que enfrentarse con otras sublevaciones de menor entidad, que sometió ejecutando a sus cabecillas. Pero ante el progresivo deterioro de su posición, acabó solicitando a los Reyes Católicos el envío de un juez especial. Los monarcas decidieron nombrar juez a Francisco de Bovadilla, llegó a Santo Domingo el 24 de agosto de 1500. A su llegada, Bovadilla destituyó a Colón y a sus hermanos de sus cargos. Confiscó todos los bienes del descubridor y le sometió a proceso sin darle posibilidad de defenderse, acusándole de tiranía y malos tratos contra los colonos. Los Colón, finalmente fueron embarcados hacia Castilla. Entretanto, Bovadilla accedió a todas las peticiones de los rebeldes: dio plena libertad para buscar oro, vendió tierras e hizo «generosos» repartimientos de indios. Los Reyes Católicos desautorizaron semejantes medidas y la dureza utilizada contra Colón.

No parece que Colón desease volver al Nuevo Mundo, sobre todo, porque sus achaques de gota le molestaban cada vez más. Sin embargo, los últimos logros portugueses - la llegada de Vasco de Gama a la India y el descubrimiento del Brasil por Cabral- le hicieron cambiar de actitud y le movieron a planificar su cuarta y última travesía del Atlántico, un viaje lleno de incidentes. Colón contó de nuevo con el patrocinio de los monarcas para una empresa cuyo objetivo sería la búsqueda por la zona del istmo de un paso hacia la 'Tierra de las Especias'.

Colón empezó a preparar la expedición y salieron de Sevilla el 13 de abril de 1502, tocaron tierra al otro lado del Atlántico el 15 de junio. Las instrucciones reales eran explícitas: prohibición de desembarcar en La Española, realizar un viaje rápido de exploración, tomando posesión de las tierras descubiertas, y evitar todo tráfico particular y la captura de esclavos. Colón viajó por Santo Domingo y el sur de Cuba. Partió hacia el sudeste en busca de lo desconocido y llegó a la isla de Guanaja, en el golfo de Honduras, donde los presagios no pudieron ser mejores. Encontraron una gran canoa de comerciantes, de una cultura mucho más desarrollada que las conocidas hasta entonces. Pero en lugar de dirigirse al norte, lo que le hubiera llevado al Yucatán y México, y le hubiese hecho entrar en contacto con los mayas y los aztecas, Colón siguió al sudeste por las costas de las actuales Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. El viaje fue penoso por las frecuentes tormentas. Pese a la prohibición de los reyes, Colón puso proa hacia Santo Domingo, dado el lamentable estado de las naves, de la tripulación y su propio estado de salud. No pudo llegar a La Española y tuvo que improvisar un asentamiento provisional en la bahía de Santa Gloria, en el norte de Jamaica, el 24 de junio. Allí, la situación llegó a ser crítica. Algunos expedicionarios lograron llegar a La Española en canoas de indios. Mientras tanto, Colón tuvo que hacer frente en Jamaica a la creciente hostilidad de los indígenas y a la sublevación de la mitad de sus hombres. El 29 de junio de 1504 los supervivientes lograron abandonar la isla y llegar poco después a La Española, arribando finalmente a Sanlúcar el 7 de noviembre de 1504.

El cuarto y último viaje fue, por tanto, el más azaroso de los que emprendió Colón. Desde ese momento, Colón vivió marginado de cualquier empresa ultramarina. El 20 de mayo de 1506 muere aquejado de gota y otras enfermedades en la ciudad de Valladolid, sin conocer que en su exploración había dado con un continente desconocido hasta entonces por los europeos y al que se dará el nombre de América, al asignar su descubrimiento a Américo Vespuccio. (Tomado de Biblioteca Cervantes Virtual)

Post dedicado a los alumnos IES Primeiro de Marzo, Baiona.

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