4 de febrero de 2009

Defiendo Mi Tierra, Bil'in contra el Muro de Israel

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El documental "Defiendo mi tierra", dirigido por Shai Carmeli-Pollak narra la resistencia pacífica de los habitantes de la pequeña localidad de Bilin(Bil'in), dividida por el llamado "Muro de Sharon". Las gentes de Bil'in se enfrentaron a la fuerza con la imaginación y finalmente consiguieron que la Corte Suprema de Israel modificara el muro a su paso por la aldea.

Muestra la lucha de los habitantes por defender su medio de vida frente al aislamiento que les causaba el muro. Hombres, mujeres y niños se emplearon a fondo para exigir, sin violencia, el desvío del muro que separaba sus viviendas de sus campos de cultivo y sus rebaños. Su campaña recibió el apoyo de numerosas organizaciones pacifistas de Israel(www.awalls.org/) y de otras partes del mundo.

Refleja el drama de unos campesinos atrapados en un conflicto que les está llevando prácticamente a la extinción. El documental, premiado en los festivales de Jerusalén y Rotterdam, tuvo que realizarse en condiciones muy precarias debido a la represión de las fuerzas armadas israelíes. El documental fue emitido por RTVE, Documentos TV.


Ilan Pappé ( historiador israelí y profesor de la Universidad de Haifa, Israel) y defensor de la causa Palestina escribió este artículo en julio de 2002:
A mediados del mes pasado (junio 2002), Israel empezó a construir un muro para separar el país físicamente de Cisjordania. Entre mis amigos de la izquierda israelí, hay quienes recibieron la noticia con gran entusiasmo. Se trata de los mismos amigos que estaban convencidos de que el proceso de Oslo conduciría inevitablemente a una paz completa y duradera. Ahora vuelven a alegrarse, porque creen que esta separación es el primer paso que conducirá a la creación de un Estado palestino independiente. Según ellos, el muro servirá para delimitar la futura frontera entre Israel y Palestina.
En caso de que tengan razón y de que el muro esté realmente pensado para delimitar las fronteras, entonces Palestina entendida como la entidad política por la que la OLP ha luchado desde su creación se ha perdido con toda probabilidad porque, en ese caso, completará el proceso que el movimiento sionista comenzó allá por 1882 y que ha sido continuado vigorosamente por Israel desde 1948: la desarabización de Palestina.
Hasta el momento, ese proceso ha tenido como pilares fundamentales la colonización con los asentamientos, la expropiación, y la expulsión. En virtud de los Acuerdos de Oslo, el supuesto Estado palestino ya había quedado reducido a un ridículo pedazo de tierra. Con Oslo, surgieron en el discurso internacional numerosas y extrañas definiciones del concepto de estatalidad. Entre otras, la idea de un Estado compuesto por dos territorios que carecían de continuidad geográfica, cada uno de los cuales estaría a su vez dividido y bifurcado en cantones sin ningún tipo de integridad territorial.
Desafortunadamente, la optimista interpretación que mis amigos hacen del muro es absolutamente errónea, al igual que ya se equivocaron con su interpretación de Oslo como un proceso de paz verdadero. Lejos de anunciar la apertura de un nuevo capítulo en la historia de Palestina, la construcción de un muro viene a constituir llana y sencillamente la continuación de una política ya conocida, si bien por otros medios; una política que consiste en borrar Palestina del mapa en tanto que entidad geográfica, política, y cultural.
En este artículo me propongo situar el muro en su contexto, no solamente en relación con la política de Ariel Sharon y sus objetivos, sino como parte de un proceso histórico más amplio que comenzó a finales del siglo XIX.(...)
Los dos principales contendientes para liderar el Partido Laborista, Haim Ramon y Benjamín Ben Eliezer, han descrito el muro como un "Plan de paz" en sí mismo y no simplemente como un medio para impedir infiltraciones. Esto no debería sorprender a nadie. El Partido Laborista siempre ha pretendido una paz fundamentada sobre la existencia de una línea divisoria.(...)
Ese muro bien podría formar parte de un plan ideado hace tiempo, pero la decisión de promover la idea en este preciso instante es consecuencia de la desesperación de la población israelí frente a la incapacidad de su gobierno de garantizar su seguridad personal después del estallido de la Intifada Al-Aqsa.
Esta no es la primera vez en la que Ariel Sharon se ha aprovechado de esa sensación temporal de miedo para poner en práctica sus planes a largo plazo. En el verano de 1982, a medida que la guerra de resistencia de la OLP alcanzaba nuevos niveles de intensidad (incluido el lanzamiento de cohetes katiusha contra Israel), Sharon consiguió atraerse a los colonos israelíes que vivían en la frontera norte con Líbano para que apoyasen la invasión del país vecino. En aquel entonces, Sharon no solamente fracasó a la hora de conseguir su objetivo táctico (detener la violencia) sino que además provocó formas de violencia mucho peores.
Hoy, el muro traerá inevitablemente el mismo resultado: más violencia contra Israel; y, por supuesto, como siempre, más violencia contra los palestinos.
Al igual que en 1982, hay una alternativa. Justo antes de la invasión de Líbano, la OLP ofreció una salida y propuso un alto el fuego y un armisticio. Violando el alto el fuego vigente, Sharon envió a su ejército a invadir Líbano para instalar en Beirut un gobierno a su gusto y destruir la infraestructura de la OLP. En esta ocasión, el muro que rodeará Cisjordania es la estratagema de Sharon para minar la oportunidad que ofrecía el plan de paz saudí y que había recibido la aprobación tanto de los palestinos como de la Liga Árabe.
El camino de la paz tiene el potencial de poder ofrecer una seguridad duradera tanto a israelíes como a palestinos. Pero en un mundo seguro los generales como Sharon no prosperan y, de hecho, puede que no sobrevivan.
El modo en que Sharon ha enfocado tanto la cuestión del Líbano como el tema del muro es reflejo de una visión sionista-israelí global que pretende imponer una solución al conflicto por la fuerza, borrando así el propio concepto de Palestina de la realidad y la memoria y sustituyéndolo por el concepto rival de "el Gran Israel". Una Tierra de Israel en la que se incluyen Judea y Samaria. Estas zonas pueden ser el hogar de un número considerable de árabes, pero estos árabes nunca tendrán el poder de decidir ni el nombre ni el carácter del país. A su debido tiempo, podrían llegar a ser expulsados, cuando llegue el momento apropiado.
Palestina en tanto que país fue borrada de la conciencia sionista casi desde el principio; de hecho, ocurrió desde el momento en que la primera ola de inmigrantes judíos llegó allí en 1882.
Mientras la comunidad judía en Palestina siguiera siendo una minoría viviendo bajo los auspicios del Mandato británico, la desaparición de Palestina seguía siendo algo simbólico, porque no existía aún un poder militar capaz de eliminarla físicamente sobre el terreno. Pero ya estaba totalmente excluida del discurso y la narrativa de los colonos sionistas.
Cuando se presentó la oportunidad de transformar la visión en realidad en 1948, Palestina fue borrada no solamente de palabra, sino también a golpe de espada.
La partición de Naciones Unidas concedió al movimiento sionista el 56% de Palestina; la guerra de 1948 les permitió ocupar el 88% del país. A todos los efectos, parecía que Palestina en tanto que entidad geopolítica y cultural había sido destruida.
Pero Palestina no moriría. Permanecería viva en los campamentos de refugiados, en Cisjordania y la Franja de Gaza, así como entre la minoría palestina dentro del propio Israel.
Sobrevivió a la guerra de 1967 y el paso del 100% de la Palestina histórica a manos israelíes. Durante la primera década de la ocupación, el gobierno laborista esperaba que Palestina terminaría borrándose de la conciencia regional y global una vez que propusieran la fusión de Cisjordania y Gaza con Jordania. Pero sus esfuerzos no sirvieron para nada.
Entonces, en 1977 el Likud llegó al poder, trayendo consigo la ideología del Gran Israel. El concepto de Palestina quedaría ahogado por las masivas oleadas de asentamientos judíos que inundaron los territorios ocupados; suprimido por la inflexible negativa a discutir siquiera el futuro de los refugiados, y silenciado por la insistencia en que los palestinos dentro de Israel no constituían un grupo nacional sino un conjunto de comunidades religiosas (cristianos y musulmanes) sin derecho a la autodeterminación o a poseer una identidad nacional colectiva.
El levantamiento obligó a los israelíes, por primera vez desde 1948, a considerar Palestina como una entidad política posible que podría adoptar la forma de una Estado independiente que conviviese junto a Israel y que se establecería en los territorios ocupados. O, al menos, ese fue el principio que se acordó en Oslo.
Retrospectivamente, podría parece que el gobierno israelí nunca tuvo la intención de crear un Estado palestino sobre el 22% de la Palestina histórica. Al mismo tiempo, parece como si la OLP, que ya se había transformado en 'Autoridad Palestina', fue quien de verdad hizo la concesión más importante jamás hecha por parte palestina, cuando consintió en arreglárselas con un mini-estado palestino como cristalización geopolítica de su visión liberadora.
Pero ni siquiera ese deseo, limitado como era, llegaría a verse hecho realidad. Apenas había nacido cuando esa micro-Palestina fue diseccionada en Áreas A, B, y C, y la Franja de Gaza fue acordonada y rodeada con una valla electrificada, como si de una enorme cárcel se tratara.
El resultado fue que gran parte de Palestina (el 42% de Cisjordania y el 20% de la Franja de Gaza) quedó directa o indirectamente bajo ocupación israelí. Esta situación se mantuvo a lo largo del "Proceso de paz". Y aún así, israelíes y norteamericanos son todavía incapaces de entender por qué los palestinos no aprendieron a tener fe en la diplomacia y la negociación como el mejor modo para realizar sus sueños de autodeterminación e independencia (al menos, los europeos parecen tener la cuestión algo más clara.)
El presidente Arafat se encontró en Camp David, en el verano de 2000, con un hecho consumado: allí se le dijo, simplemente, "o lo tomas, o lo dejas". Poco después, estallaba la segunda Intifada. El levantamiento, inicialmente no armado, se convirtió en una revuelta armada debido a la dureza de las represalias israelíes frente a las manifestaciones y las protestas callejeras.
Gradualmente, esa micro-Palestina fue reocupada. Y aún así, ya fuese bajo un régimen de ocupación directa o indirecta, las condiciones de la población ocupada eran igualmente catastróficas. Los palestinos seguían en paro, hambrientos y ahogados, incapaces de moverse o de ganarse la vida debidamente. Esta situación es la que ha dado lugar a la aparición de los suicidas. (...)
Los israelíes han empleado todos los métodos a su alcance para poner a prueba y aplastar lo que ellos llaman "la infraestructura terrorista"; como si los F-16, los tanques y las unidades especiales pudieran atemorizar a los jóvenes hombres y mujeres palestinos que están dispuestos a convertirse en una bola de fuego en medio de una calle de Jerusalén abarrotada de gente. (...)
La casi incomprensible cobardía de la prensa israelí (y muy especialmente de los medios audiovisuales) resguarda a la sociedad judía de cualquier conocimiento real del contexto que ha dado lugar a estas tragedias personales. No se mencionan la ocupación, ni las humillaciones o asesinatos, ni las detenciones masivas, ni la destrucción de hogares o el hambre que, en su conjunto, han alimentado los atentados suicidas. Cuando la mentalidad de la opinión pública está tan cuidadosa y meticulosamente cerrada, no sorprende que la mayor parte de los israelíes hayan aceptado el muro de manera incondicional, porque para ellos tiene el poder de una hechizo mágico.(...)
Con ayuda del muro (porque de hecho no es una valla sino un muro), Sharon está definiendo la Palestina de las generaciones futuras: la mitad de Cisjordania, dividida en cantones aislados, y una isla sobre el 75% de la Franja de Gaza. (...)
La valla, o mejor dicho el muro, perjudicará los intereses israelíes en varios sentidos. Al igual que ocurrió con el cerco israelí al complejo de [la residencia presidencial de Arafat en Ramala de] la Muqataa cuando los israelíes aislaron a Arafat solamente para encontrarse condenados al ostracismo en todo el mundo, también en este caso las consecuencias podrían ser justamente contrarias a lo esperado, porque el muro rodea a Israel tanto como aísla a Palestina. Un muro como ese, que se extiende a lo largo de la frontera más larga de Israel en el este, hará que aumente la ya de por sí abrumadora sensación de aislamiento y que se refuerce la mentalidad de estado de sitio que durante tantísimos años han soportado los israelíes y que ha alimentado el apoyo que reciben las políticas intransigentes y agresivas de sus gobiernos.
Pero es evidente que, sean cuales sean sus efectos sobre Israel, el muro será mucho más destructivo para los palestinos que viven bajo la ocupación. Es difícil hablar de un deterioro en sus condiciones de vida cuando esas condiciones ya son tan pésimas e inhumanas; pero, desgraciadamente, por muy mal que puedan ir las cosas, siempre pueden ir peor.(...)

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