25 de marzo de 2010

Miguel Servet condenado por negar la Trinidad de Dios


Miguel Servet, óleo de Guillermo Pérez Baylo

Miguel Servet y Revés, teólogo, humanista y médico, nació en Villanueva de Sigena (Huesca) en 1511. Sus padres eran fervientes católicos. A los catorce años entró al servicio de fray Juan Quintana. Cuando Miguel Servet tenía diecisiete años, su padre decidió que estudiara Derecho en la Universidad de Toulouse. Tras dos años en la Universidad, a finales de 1529, Miguel Servet fue llamado de nuevo al servicio de fray Juan Quintana, quien había sido nombrado confesor del emperador Carlos V. Acompañó a Quintana durante su viaje con la comitiva imperial rumbo a la coronación del emperador en Bolonia (Italia). En Italia, Miguel Servet se escandalizó ante la opulencia de la iglesia, la adoración otorgada al Papa y la sofisticación del clero. En 1530 abandonaría el séquito del emperador y se dirige a la ciudad suiza de Basilea para unirse a los protestantes. Estuvo alojado durante meses en casa de Juan Hausschein, conocido como Ecolampadio, cabeza de la Iglesia de Basilea y líder de la Reforma.

Ulrich Zwingli (Ulrico Zuinglio) aconsejaría a Ecolampadio que intentase disuadir a Servet de sus herejías y atraerlo a la causa protestante, aunque todos los intentos resultaron vanos. Miguel Servet se resistía a admitir las enseñanzas escolásticas, y defendía el derecho a pensar con libertad de juicio por encima de los dogmas. Creía con firmeza en la mayoría de edad del hombre y en su capacidad, gracias al poder que le confiere la inteligencia y el libre albedrío, para tomar una postura personal incluso en los temas más comprometidos. Servet no estaba dispueso a plegarse a las convenciones.

Confesaría Ecolampadio a Zuinglio: “He ensayado todo con él, pero es orgulloso y gusta tanto de las disputas, que nada ejerce la menor influencia sobre él

Miguel Servet se trasladó a Estrasburgo, donde conoció a los reformadores Bucer y Capito.
En 1531 Servet publicó De Trinitatis Erroribus (Sobre los errores de la Trinidad). Pensó que su libro convencería al nuevo estamento protestante, y reconsiderarían la doctrina ortodoxa de la Trinidad, no tardó en sentirse decepcionado. Aunque los protestantes sentían admiración por algunos aspectos del pensamiento de Miguel Servet, condenaban otros tantos. Miguel Servet lo intentó de nuevo con Dialogorum de Trinitate (Diálogos sobre la Trinidad). Sus libros fueron confiscados y se le advirtió que no visitara varias ciudades protestantes.

Mientras tanto, en 1532, el Tribunal Supremo de la Inquisición en España había tomado medidas para citarle, o para arrestarle en el caso de que no compareciese ante el tribunal. Huyó a París y reapareció con un nuevo nombre, Michel de Villeneuve. Miguel Servet estudió Matemáticas y Medicina en las facultades de París, centro de agitación religiosa en la época. Allí conocería a Juan Calvino, en torno al año 1533. El rector de la Universidad de la Sorbona en París, Nicolás Cop, pronunció un discurso de apertura del año académico. En este sermón, Nicolás Cop defendió la doctrina de la justificación por los méritos de Cristo, a la vez que protestó contra los ataques y persecuciones de que eran objeto los que disentían de la Iglesia de Roma: "Herejes, seductores, impostores malditos, así tienen la costumbre el mundo y los malvados de llamar a aquellos que pura y simplemente se esfuerzan en insinuar el evangelio en el alma de los fieles". "Ojalá podáis, en ese periodo infeliz, traer la paz a la Iglesia más bien con la palabra que con la espada". El discurso tuvo un efecto demoledor en la Universidad, de manera que el Parlamento inició un proceso contra él. Por otra parte, comenzó a correr el rumor de que la mano de Juan Calvino estaba detrás de la redacción del discurso. Así fue como Calvino y Nicolás Cop se vieron avocados a escapar de París.

Parece ser que en el año 1534 Juan Calvino puso en riesgo su vida acudiendo de nuevo a París para reunirse con Miguel Servet, habrían acordado un encuentro para dirimir sus puntos de vista teológicos; pero esa reunión no llegó a realizarse porque Servet, por razones que se desconocen, no acudió a la cita. Desde entonces debió de forjarse una enemistad mutua. Y es que ambos no coincidían en nada: ni la existencia de la Trinidad; ni el bautismo de los niños; ni en su visión sobre la predestinación y la libertad de los humanos. Mientras que Calvino sostenía que ningún hombre puede ganar la salvación gracias a sus buenas obras, Servet defendía la capacidad de elección de los individuos y se oponía a la doctrina de la predestinación. Ni en la concepción del papel del poder civil y religioso: para Servet el Estado y la Iglesia debían de estar separados; por el contrario, Calvino no creía en la independencia del poder civil con relación al poder espiritual.

Miguel Servet trabajó durante casi dos años para Gaspar Treschel, un prestigioso editor, desarrollando labores de corrección de textos. Inspirado por algunas obras médicas publicadas por Trechsel, Miguel Servet decidió retomar sus estudios de medicina. Desde 1536 a 1538, fue estudiante de Medicina en la Universidad de París. Miguel Servet abandonó París poco después para ejercer la medicina en la zona de Lyon. Alrededor de 1540 se convirtió en el médico personal de Pierre Palmier, arzobispo de Vienne. Durante sus doce años de residencia en Vienne, el periodo más largo de tranquilidad en su ajetreada vida, Miguel Servet hizo fama y fortuna como médico.

Pero lo que inmortaliza a Servet es la descripción pormenorizada que realizó de la circulación menor de la sangre y, sobre todo, de cómo se mezcla el aire con la sangre. Para él no era un problema meramente fisiológico o anatómico, sino que le confiere profundas implicaciones teológicas. Miguel Servet intentaba desentrañar mediante qué mecanismo fisiológico "Dios inspira su aliento y éste se aloja en el cuerpo humano", para lo cual se valdría de sus conocimientos médicos.

Miguel Servet culmina su interés por la teología con la preparación de su principal tratado teológico, Christianismi Restitutio (La Restauración del Cristianismo, que publicaría en 1553.

Extracto:
Se dice que existe en nosotros un triple espíritu formado por tres elementos superiores; el natural, el vital y el animal. Sin embargo, no son tres sino un único espíritu. El espíritu vital es el que se comunica a través de la anastomosis desde las arterias hasta las venas, donde pasa a denominarse espíritu natural.
El primero, el espíritu natural, es el de la sangre, y se encuentra en el hígado y en las venas del cuerpo.
El segundo es el espíritu vital, el cual se halla en el corazón y en las arterias del cuerpo.
El tercero es el espíritu animal, una especie de rayo de luz, y está en el cerebro y en los nervios del cuerpo.

En todos ellos reside la energía de un único espíritu y la luz de Dios. La formación del hombre en la matriz demuestra que el espíritu vital se comunica desde el corazón hasta el hígado. Pues una arteria unida a una vena se comunica a través del ombligo del feto, y de igual manera, poco después, la arteria y la vena se unen para siempre en nosotros. El espíritu divino de Adán fue inspirado de Dios hasta el corazón antes de llegar al hígado, y desde allí ya fue transmitido hasta el hígado. El espíritu divino entró realmente por la boca y la nariz, pero la inspiración se extendió hasta el corazón. El corazón es el principal órgano viviente, la fuente de calor que se halla en medio del cuerpo. Toma del hígado el líquido de la vida, una especie de sustancia, y a cambio le da vida, de forma que el agua líquida proporciona sustancias para elementos superiores y a través de éstos y de la luz, se le vivifica para que, a cambio, pueda coger fuerza.

El material del espíritu divino surge de la sangre del hígado a partir de un proceso sorprendente que ahora pasaré a detallar. De ahí que se diga que el espíritu divino está en la sangre y que él mismo es la sangre o el espíritu sanguíneo. No quiero decir que el espíritu divino se encuentre principalmente en las paredes del corazón, del cerebro o del hígado sino que reside en la sangre, (como Dios mismo dice en Génesis 9, Levítico 7 y Deuteronomio 12).

Sobre este tema debe primero entenderse la importante creación del espíritu vital, compuesto de una sangre ligera alimentada por el aire inspirado. El espíritu vital tiene su propio origen en el ventrículo izquierdo del corazón, y los pulmones tienen un papel importante en su desarrollo. Se trata de un espíritu enrarecido, producido por la fuerza del calor, de color amarillo rojizo (flavo) y de potencia igual a la del fuego. De manera que es una especie de vapor de sangre muy pura que contiene en sí mismo las sustancias del agua, aire y fuego. Se genera en los pulmones a partir de una mezcla de aire inspirado con la sangre elaborada y ligera que el ventrículo derecho del corazón comunica con el izquierdo. Sin embargo, esta comunicación no se realiza a través de la pared central del corazón, como comúnmente se cree, sino que, a través de un sistema muy ingenioso, la sangre fluye durante un largo recorrido a través de los pulmones. Elaborada por los pulmones, adquiere el tono amarillo rojizo y se vierte desde la arteria pulmonar hasta la vena pulmonar. Entonces, una vez en la vena pulmonar, se mezcla con aire inspirado y a través de la expiración se libera de sus impurezas. Así, completamente mezclada y preparada correctamente para la producción del espíritu vital, es impulsada desde el ventrículo izquierdo del corazón por medio de la diástole.

Sabemos que esta comunicación se establece así a través de los pulmones por las distintas combinaciones y la conexión de la arteria pulmonar con la vena pulmonar en la cavidad pulmonar. El tamaño considerable de la arteria pulmonar lo corrobora, pues no sería de ese tamaño ni emitiría tal fuerza de sangre pura desde el corazón hasta los pulmones sólo para proporcionar el alimento de éstos. Tampoco el corazón daría este servicio a los pulmones, pues, como decía Galeno, durante los primeros meses del embarazo, en el embrión, los pulmones reciben el alimento de otra parte ya que esas pequeñas membranas o válvulas del corazón no se abren hasta el momento del parto. Por lo tanto, el hecho de que la sangre mane de forma tan abundante desde el corazón hasta los pulmones en el mismo momento del nacimiento tiene otro propósito. De igual modo, se envía aire mezclado con sangre, no simplemente aire, desde los pulmones hasta el corazón a través de la vena pulmonar, por lo que la mezcla se produce en los pulmones. Esta sangre espirituosa se torna de color amarillo rojizo en los pulmones, no en el corazón.

No hay suficiente espacio en el ventrículo izquierdo del corazón para tal grande y abundante mezcla ni para que allí se le imprima el color amarillo rojizo. Además, esa pared central no es apta para llevar a cabo este proceso de comunicación y elaboración, pues carece de vasos y otros mecanismos que lo permitan, aunque quizás algo podría traspasarla. Al igual que en el hígado se produce una transfusión de sangre de la vena porta a la vena cava, en el pulmón se realiza una transfusión de sangre del espíritu de la arteria pulmonar a la vena pulmonar.

De esta forma, el espíritu vital es inyectado del ventrículo izquierdo del corazón a las arterias de todo el cuerpo y, para estar más enrarecido, busca las regiones más elevadas donde se encuentre más elaborado, especialmente en el plexo retiforme ubicado en la parte inferior de la base del cerebro. Y así, aproximándose a la región del alma racional, el espíritu animal empieza a formarse a partir del espíritu vital. De nuevo por la poderosa fuerza de la mente, se enrarece más, se elabora y se completa en los finos vasos llamados arterias capilares que están situados en los plexos coroideos y que contienen a la propia mente. Estos plexos penetran en todas las partes más recónditas del cerebro, rodeando internamente los ventrículos del cerebro, y estos vasos, envueltos y entrelazados entre sí hasta el principio de los nervios, sirven para introducir en estos últimos la facultad sensitiva y la de movimiento. Esos vasos están entrelazados con gran precisión, y aunque se les llamen arterias, en realidad son los extremos de las arterias que se extienden con la ayuda de las meninges hasta el principio de los nervios. Se trata de un nuevo tipo de vasos. Al igual que en el proceso de la transfusión de sangre de las venas a las arterias, en la transfusión de las arterias a los nervios existe un nuevo tipo de vasos de la membrana arterial en la meninge, ya que son especialmente las meninges las que conservan las membranas de los nervios. La sensibilidad de los nervios no radica en su parte blanda, como ocurre en el cerebro. Todos los nervios terminan en unos filamentos membranosos que poseen una extraordinaria sensibilidad y a los que, por este motivo, siempre llega el espíritu. Y, a modo de fuente, desde esos pequeños vasos de las meninges, o plexos coroideos, el espíritu animal fluye como un rayo a través de los nervios para llegar a los ojos y otros órganos sensoriales. Siguiendo la misma ruta a la inversa, se envían a esa misma fuente, unas imágenes claras de elementos que van produciendo sensaciones, penetrando por el interior a través del medio transparente, es decir, el espíritu.

A partir de todo esto, queda suficientemente claro que el alma racional no se aloja en esa masa blanda del cerebro, pues ésta es una zona fría y sin sensaciones. Sin embargo, esta zona, que está fría para poder atenuar el calor abrasador que contienen los vasos, actúa como una almohada de los vasos anteriormente mencionados para evitar que se rompan y como un guardián del espíritu animal para que éste no se disperse en el aire cuando se comunique con los nervios. Por lo tanto, también se observa que los nervios conforman la capa de la membrana de la cavidad interna, siendo así unos fieles guardianes del espíritu reteniéndole desde la meninge más blanda así como retienen otro desde la más fibrosa. Esas áreas vacías de los ventrículos del cerebro que desconciertan a filósofos y médicos, no contienen otra cosa que el espíritu. Los ventrículos se crearon en primer lugar como una cloaca que recibe las impurezas provenientes del cerebro para poder analizar los excrementos a partir de los cuales se originan unos deflujos malsanos y para facilitar un camino hacia el paladar y la nariz. Cuando los ventrículos están completamente llenos de la pituita en la que las propias arterias o los plexos coroideos están sumergidos, entonces, inesperadamente se produce una apoplejía. Si un humor muy tóxico obstruye una región, y su vapor infecta el cerebro, se produce la epilepsia. Ocasionará otras enfermedades según la parte del cuerpo en la que se instale una vez haya sido expulsado. Por consiguiente, podemos confirmar que es la mente la que claramente está aquejada de enfermedades. Debido al desmesurado calor de esos vasos o a la inflamación de las meninges, se produce un claro estado de delirio e histeria. A partir de las enfermedades que se producen según su ubicación o sustancia, a causa de la fuerza del calor y de la ingeniosa construcción de los vasos que lo contienen, y a partir de las acciones de la mente presentes en ella, podemos concluir que debemos considerar detenidamente a esos pequeños vasos, pues todo el resto de elementos y los nervios sensitivos están ligados a ellos para que puedan recibir toda su fuerza. Por último, podemos apreciar que el intelecto se ejercita en esa zona cuando, a raíz del pensamiento que en ella se concentra, esas arterias laten hasta las sienes. El que no haya comprobado todo esto, difícilmente lo comprenderá. Los ventrículos se crearon en segundo lugar para que una parte del aire inspirado que penetra a través de los huesos etmoidales hasta los espacios vacíos pueda, atraído por la diástole de los vasos del espíritu, refrescar y ventilar el espíritu animal que contiene dentro y el alma. En estos vasos, la mente, el alma y el ardiente espíritu requieren una ventilación constante, de lo contrario, como si se tratara de un fuego eterno que se hubiera tapado, se produciría la asfixia. Como en el caso de un fuego común, no sólo se requiere ventilación y soplidos constantes para que pueda coger combustible del aire, sino también para que pueda liberar sus vapores impuros en ese aire. Y de este modo, el fuego externo común se une a un grueso cuerpo terrenal debido a una sequedad común y a una forma de luz común, para conseguir el líquido del cuerpo a medida que su alimento es soplado, sustentado y nutrido por el aire. Así, ese espíritu ardiente y nuestra alma están ligados al cuerpo de igual manera, teniendo a la sangre como alimento. Es soplado, sustentado y alimentado por el espíritu aéreo a través de la inspiración y la expiración para que se produzca una doble alimentación, espiritual y corpórea.”


En 1546 había iniciado una fatídica correspondencia con su viejo conocido Juan Calvino. En esa época, Juan Calvino, autor de Institutio Christianae Religionis (Institución de la Religión Cristiana) y destacado sacerdote reformador de Ginebra, era la figura más prestigiosa del brazo reformador del protestantismo. La obra teológica de Calvino apenas había hecho mención de la naturaleza trinitaria de la divinidad; Miguel Servet, seguramente consciente de la falta de claridad sobre el tema por parte de Calvino, le bombardeaba con cartas que insistían en mostrar concepciones poco ortodoxas y más radicales que aquellas que le había presentado hacía más de una década en París. Calvino le contestaba cada vez con mayor impaciencia y aspereza. Miguel Servent envió a Calvino un manuscrito de su todavía inédita Christianismi Restitutio. Calvino le correspondió enviándole un ejemplar de su Institutio Christianae Religionis. Miguel Servet se lo devolvería con anotaciones insultantes.

Cuando Miguel Servet publicó Christianismi Restitutio a principios de 1553, envió un ejemplar a Ginebra. Poco después, a instancias de Calvino, la identidad de Servet oculta bajo el falso nombre de "Michel de Villeneuve" fue revelada a la Inquisición católica de Vienne. Tras su arresto e interrogatorio, Miguel Servet consiguió escapar de la cárcel. De camino al norte de Italia se dirigió hacia la frontera con Ginebra. Fue reconocido en una visita a una iglesia de Ginebra, allí es arrestado y juzgado por herejía ante las autoridades protestantes.

El Ayuntamiento de Ginebra declaró culpable a Miguel Servet de no aceptar la Trinidad y de no aprobar el bautizo celebrado durante la niñez. Calvino pidió que Miguel Servet fuera decapitado pero el Ayuntamiento e insistió en que fuera quemado. Murió el 27 de octubre de 1553.

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1 comentario:

David dijo...

Lo interesante de este acontecimiento es que después del asesinato de Servet se discutió si esa acción era ¿válida?, en fin lo que sucede es que los protestantes se espantan de esta suceso y comienza un movimiento de tolerancia dentro del protestantismo.