1 de agosto de 2008

El mito de la escasez de petróleo


The Age of Oil: The Mythology, History, and Future of the World's Most Controversial Resource (Leonardo Maugeri)


No es casualidad que a lo largo de toda su historia, lo que se ha llamado ‘el oro negro’, haya dado origen a mitos, a obsesiones y a malas interpretaciones de la realidad conllevando a políticas equivocadas y marcando inexorablemente su percepción por parte de la opinión pública mundial. La lista de estas distorsiones es larga, sin embargo, algunas merecen un cuidado especial.



Es el caso del mito del “fin del petróleo” (recurrente desde la segunda mitad del siglo XIX) y puntualmente desmentido por rachas de sobreproducción.

La obsesión por el control de las reservas y del mercado del crudo ha producido dolorosos e inútiles conatos de imperialismo petrolífero, alianzas políticas improbables y repetidos intentos de crear monopolios y oligopolios. Una obsesión que ha añadido drama al drama cuando se ha entrelazado con las frágiles promesas institucionales y las dramáticas tensiones internas de estados jóvenes, creados por el cinismo colonial y destinados a existencias infelices.

Sin embargo, los mitos y malas interpretaciones de la realidad son difíciles de desmentir, gracias a su poder de triunfar sobre los hechos y de sobrevivir más allá de la memoria histórica de estos mismos hechos y de sus interpretaciones más lúcidas.
En un mundo tan complejo y técnicamente tan difícil como el del petróleo el mito encuentra un terreno muy fértil porque da una explicación sencilla, aparentemente convincente y dramáticamente potente, de procesos a veces difíciles de representar de forma simple.
No es del todo sorprendente, entonces, que frente a la nueva crisis petrolífera que ha marcado el comienzo del siglo XXI, los mitos y los miedos hayan vuelto a aparecer condicionando las interpretaciones de la misma, fomentando el debate sobre las posibles soluciones y proyectando obscuros escenarios para el destino de la humanidad.


Una vez más no estamos al borde del precipicio, ni estamos viviendo una revolución copernicana del mundo de la energía que hace de nuestro tiempo una excepción respecto a ciclos ya vividos en el pasado.

Leonardo Maugeri desenreda los mitos y las distorsiones de la realidad que aún caracterizan las interpretaciones sobre el presente y el futuro del preciado hidrocarburo. Para hacerlo, empieza por la fascinante historia de esta materia prima que con sus tendencias y contra-tendencias, puede ofrecernos la mejor clave para entender el tiempo que estamos viviendo y por qué lo estamos viviendo justo ahora.


Todo se inicia desde los albores de la industria surgida frenéticamente por el espejismo colectivo de riqueza suscitado por el primer pozo petrolífero moderno, el del ‘coronel’ Drake en Pensilvania occidental (1859) y luego organizada con cinismo científico y despiadado por John D. Rockfeller.

"En 1859, Edwin Drake, un ferroviario estadounidense retirado, dedicó sus ahorros a realizar un sondeo y se convirtió en propietario del primer pozo de petróleo del mundo. El hecho ocurrió a 120 kilómetros de Pittsburg, en Pensilvania. Drake perforaba sobre el emplazamiento de un antiguo poblado de indios senecas, cuando una sustancia negra y untuosa salió a borbotones a la superficie.El joven John D. Rockefeller, enviado por un banco para redactar un informe, declaró que el hallazgo no parecía rentable. Pero él mismo refutaría este dictamen durante el resto de su vida, al convertirse en la primera fortuna del universo precisamente por los pozos petrolíferos.Con la aprobación de Rockefeller o sin ella. Se formó inmediatamente la Seneca Oil Company, que puso fin a la dependencia del hombre con respecto a las ballenas como fuente de combustible líquido.

En sólo un año, aquel lugar abandonado se hizo sede de una comunidad floreciente, a la que se dio el nombre de Oil City. Se realizaron prospecciones, con la esperanza de hallar combustible líquido para el alumbrado y la calefacción. 
La búsqueda del petróleo se inició con el fin de descubrir un sustituto barato del aceite de ballena para las lámparas del alumbrado. 

En realidad el petróleo se conoce desde hace miles de años, aunque su explotación como recurso ineludible sea un fenómeno moderno. Hacia el año 3000 antes de J.C., sumerios, asirios y babilonios utilizaban el betún como mortero en la construcción y para engaste de joyas. El betún era el petróleo filtrado naturalmente hasta la superficie de la tierra y secado al sol". 



En la reconstrucción de los hechos, L. Maugeri intenta acabar con la mayoría de los mitos y de las obsesiones generadas por cada ciclo y que aún contribuyen a la percepción colectiva del universo petrolífero.

Entre ellos, probablemente el más longevo, es el representado por el vínculo entre el miedo a la escasez del crudo y la lucha global para el control de las reservas y la seguridad de los aprovisionamientos. Es el temor a la escasez lo que lleva a las grandes potencias a desarrollar las primeras políticas de fuerza con la finalidad de dominar las fuentes del oro negro disponibles a principios del siglo XX.



Más adelante, fue la percepción de una progresiva disminución de los recursos petrolíferos de los Estados Unidos lo que inspiró la estrecha relación entre el gobierno americano y el de Arabia Saudita y fue la preocupación de que el 'petróleo árabe' pudiera caer bajo la influencia de la Unión Soviética suficiente para condicionar buena parte de la política exterior estadounidense, en Medio Oriente, después de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo la obsesión de un mundo con dificultad de abastecimiento de petróleo ha sido sistemáticamente desmentida por la realidad.

En los años ’20, es decir, cuando la industria petrolífera moderna apenas se estaba consolidando, ya se empezaba a hablar de escasez aunque ya había habido pruebas de que se trataba de ciclos o de altibajos en la producción que rápidamente desmentían a los más pesimistas.

De hecho en los años ’30 hubo una de las más terribles crisis de sobreproducción que causó una prolongada caída de los precios.


De manera análoga en los años setenta una serie de previsiones negativas vaticinó la llegada de un 'juicio final' para el petróleo. La misma CIA estuvo entre los profetas que preveían que la producción mundial ya hubiera llegado a su máximo o estuviera muy cerca por el rápido agotamiento de los depósitos accesible de crudo convencional presentando la posibilidad de guerras de diferente intensidad para acaparrarse las pocas fuentes disponibles de energía.

En 1986 un nuevo ciclo de sobreproducción determinó una de las más dramáticas caídas de los precios de todos los tiempos.


[La crisis del petróleo provocó en 1987 el cierre de numerosos pequeños bancos de EE UU, noticia de El País, 07/01/1988 ]

Comprender el origen y las consecuencias culturales y psicológicas de la mayoría de los mitos y de las percepciones equivocadas que han llevado a una evaluación errónea de la situación es fundamental para entender los problemas que el mundo del petróleo debe enfrentar hoy en día.




Así que si estás convencido de que el oro negro se está agotando, descubrirás que el mundo reposa aún sobre abundantes reservas de crudo que esperan ser explotadas adecuadamente.
Si crees que China y otros países emergentes representan una espada de Damocles para el futuro energético de la Humanidad, descubrirás que son un falso problema ya que es mucho más preocupante el caso de Estados Unidos.





Y si además opinas que los grandes países productores y su principal organización –la OPEP– pueden ejercer cierto control, descubrirás estar equivocado porque el mundo del petróleo está fragmentado entre muchos actores en competencia y, a menudo, abiertamente hostiles entre ellos dado que persiguen designios diferentes.

Sobre todo descubrirás que por mucho que la geopolítica y los eventos políticos de muchos países y áreas del mundo jueguen un papel importante y, probablemente, único en el universo del crudo, las leyes de la economía son las que determinan los fenómenos estructurales de este ámbito. Leyes que no responden a las órdenes de nadie, capaces de mover repentina e inesperadamente el péndulo del mercado petrolífero en la dirección opuesta a la que todos estábamos acostumbrados a considerar normal.

Por estas misma razones descubrirás que es necesario no sobrestimar el vínculo entre islamismo radical y cuestión petrolífera, ni alimentar temores injustificados acerca de la naturaleza y la confiabilidad de muchos gobiernos de grandes productores de crudo.

La intensidad del radicalismo islámico no es diferente a
la del panarabismo nasseriano que , por otra parte, tuvo efectos mucho más concretos sobre la realidad del mundo árabe.Además, el mito muy conocido de la posibilidad de un chantaje petrolífero a Occidente por parte de los países productores orientados a posiciones extremistas (aunque pueda tener cierta veracidad a corto plazo) en el largo, no toma fuerza por la realidad misma del mercado. El mismo chantaje que acompañó la primera crisis petrolífera de 1973, en realidad, pertenece más a la psicología colectiva y de la cual derivan sus efectos.
[El G-7 se inventó a mediados de los setenta, tras recibirse el impacto de la crisis petrolera de 1973. En aquella época ya había un problema de precariedad alimentaria. Se solucionó mediante la "revolución verde": más petróleo y tractores para aumentar la productividad. ]




No obstante aunque podamos asegurarnos de que la situación respecto a las diferentes facetas vinculadas al mundo del petróleo no es tan catastrófica, en estos días estamos en una situación de crisis que deriva directamente de la posesión, búsqueda y almacenamiento del preciado líquido.

Por muy increíble que pueda parecer, el alto costo que el mundo paga hoy en día por el petróleo es la consecuencia de precios bajos que por casi dos decenios han desincentivado la investigación y el desarrollo de nuevos yacimientos en las áreas del planeta que son más ricas en crudo.


Con el paso del tiempo la capacidad productiva global se ha reducido: las cantidades en reserva necesarias para hacer frente a los momentos imprevistos de crisis han llegado al mínimo, trasformando el precio del petróleo en un rehén de cualquier evento político y hasta climático, de cualquier miedo real o alimentado por las indiscreciones del mercado y las especulaciones.

Frente a los precios del crudo, que han llegado ha oscilar entre 70 y 80 dólares al barril (referido a 2006), todos tendemos a olvidar que, desde mitad de los años ochenta hasta principios del nuevo siglo, el crudo ha costado entre 18 y 20 dólares el barril; precio deprimido por un exceso de oferta que, por dos veces, ha explotado generando el colapso de los precios (1986 y 1998-99).

En ambos casos el precio bajó también a menos de 10 dólares el barril, consolidando la convicción de que el oro negro se volvía “un bien como todos los demás”. Sin embargo, mientras el mundo se ilusionaba, el fuego ardía bajo las cenizas.
Obsesionados por el riesgo de sobreproducción ya en los años ’80 los grandes países petrolíferos habían renunciado a invertir en la búsqueda de nuevos yacimientos, limitándose a producir sólo en los activos. Las proporciones de este fenómeno son impresionantes, sin embargo, desconocidas.


En los últimos 25 años, más del 70% de la explotación petrolífera mundial se ha concentrado en los Estados Unidos y en Canadá – áreas ya maduras que tienen menos del 3 por ciento de las reservas de crudo del planeta.

En cambio, en Medio Oriente, las actividades de exploración han sido sólo del 3 por ciento del total mundial, a pesar de que la región controla más del 70 por ciento de las reservas.

En todo el Golfo Pérsico (65 por ciento de las reservas) se han perforado menos de 100 pozos de exploración entre 1995 y 2004; en el mismo periodo en los Estados Unidos se han realizado 15.700.

En Arabia Saudita, por ejemplo, se han perforado sólo 300 pozos de exploración desde el comienzo de la era petrolífera del reino en los años ’30 del siglo XX, contra los varios centenares de millares de los Estados Unidos. Para Irán e Irak la situación es aún peor
.

Rusia paga aún hoy el precio de un retraso tecnológico y los daños de la gestión de los yacimientos heredados de la era soviética e invierte muy poco para ampliar su base productiva.

Venezuela podría doblar su oferta de crudo en diez años atrayendo tecnología y capital extranjero: al contrario, razones políticas determinan una caída de la producción en el 2006.




En realidad la mayoría de los grandes países petrolíferos obtiene el producto de yacimientos muy antiguos, descubiertos en la primera mitad del siglo XX y activos desde entonces. En muchos casos su producción es sostenida por tecnologías y medios atrasados de hace cincuenta o sesenta años.
Las grandes y pequeñas compañías occidentales pueden relativamente poco frente a esta situación. En conjunto, controlan menos del 8 por ciento de las reservas mundiales de crudo; de éstas, más del 90 por ciento pertenece a países que no permiten su control a sujetos extranjeros y que no tienen capacidad para desarrollarlas por sí mismos.


Mientras el mundo industrializado teme por la seguridad de la oferta futura de energía y de su precio, los países productores de petroleo hasta ayer tuvieron la preocupación opuesta: la seguridad de la demanda. ¿Se mantendrían estables los consumos del crudo?
En caso negativo, ¿quién habría pagado las inversiones para una capacidad productiva que no habría tenido mercado?
Además, ¿por qué contribuir a la disminución del precio del petróleo cuando muchos gobiernos de los países industrializados, a través de los impuestos los hacen doblar (Japón) o hasta triplicar (Europa)?

Asimismo en el momento en el cual la sobreproducción y los precios bajos ahogaban los presupuestos y las expectativas de los países productores, nadie en Occidente se preocupaba ni del problema de la seguridad de los aprovisionamientos ni de los riesgos económicos y sociales de los productores. Desde hace años, la OPEP pedía en vano un diálogo constructivo con los países industrializados para estabilizar los precios a niveles más altos, para así permitir las inversiones necesarias y desarrollar la oferta que, de lo contrario, habría sufrido recortes en los gastos. Occidente no contestó; sin embargo en el corto plazo las admoniciones de la OPEP se materializaron.

El mundo se encuentra ahora en una situación totalmente opuesta y la crisis del petróleo (y del gas) ha invertido los roles. Occidente es el que pide un diálogo constructivo con los países productores para estabilizar y asegurar la oferta, mientras la mayor parte de aquellos goza de una fase de bonanza y se muestra indiferente a las peticiones. Algunos presentan una solución sencilla para hacer segura la oferta futura: sería suficiente que los países industrializados suscribieran contratos de compra de crudo a largo plazo (10 años) a un precio fijado con antelación de 45-50 dólares el barril (nota:datos referidos a 2006). Sin embargo, Occidente quiere también precios bajos o, por lo menos, un precio determinado por las libres fuerzas del mercado en un contexto de plena competencia entre los productores. Hoy como ayer, las exigencias de las dos partes parecen aún lejanas.


¿Cómo y cuándo se podrá salir de este estado de crisis? Una vez más, la respuesta es una paradoja: sólo precios elevados del petróleo pueden ser un antídoto doloroso, pero eficaz, para las tensiones actuales.

En parte ya vemos los efectos, pero se necesita tiempo. Gracias al aumento de los precios en los últimos dos años, el ciclo de las inversiones petrolíferas se ha puesto en marcha permitiendo a las sociedades privadas implementar grandes proyectos en áreas costosas y difíciles y a los grandes productores, volver a encontrar las razones para invertir.

Esto no significa, necesariamente, que podamos esperar estabilidad o que sea posible evitar otras crisis en el futuro.

Incertidumbre y volatilidad son características comunes a todas las actividades humanas y como L.Maugeri nos avisa, han sido una constante de toda la historia de la industria petrolífera.


Pero concentrarse sólo en los aspectos negativos, utilizándolos como base para construir obscuras visiones del futuro, significa perder de vista lo global.

L.Maugeri, nos transmite claramente que la era del petróleo no acabará por el fin del mismo, así como la edad de la piedra no acabó porque se terminaran las piedras. No obstante el mundo del oro negro esté hecho de crisis, tensiones, intereses y dinero, no podemos decir que esto nos condena a una lucha violenta para garantizar la seguridad de nuestras futuras exigencias energéticas. Sólo la incapacidad de los que han de tomar las decisiones para comprender esta realidad y actuar al respecto, puede llevarnos al borde del abismo. Tomado de http://confines.mty.itesm.mx/articulos6/PerniO.pdf

1 comentario:

Silveri Garrell dijo...

Excelente el artículo sobre el petroleo y el betun de Mosopotamia, lo enlazo, ya que en mi blog www.silverigarrell2.blogspot.com estoy haciendo un estudio similar. Saludos.